Las pinturas y los filetes conviven, se intersectan, se excluyen (aveces), y las series se suceden buscando siempre, encontrando... sin descanso.
viernes, 30 de noviembre de 2007
Julieta -acrílico sobre tela- 120 x 80cm
dana - acrílico sobre tela 120 x 80cm - nov del 2007 - mar -acrílico sobre tela 100x100cm - 2007- maría (uno) -acrílico sobre tela 120 x 80cm - nov del 2007-
El “Filete Porteño” es un oficio que nació en las viejas fábricas de carros a fines del siglo XIX o principios del XX. Alcanzó su época de esplendor (quizá su propio “clasicismo”) en los tiempos en que en las calles de Buenos Aires convivieron carros tirados a caballo, camiones y colectivos y todos ellos llevaban algún fileteado en sus chapas y maderas. Su estética fue marcada de forma indeleble por las condiciones de trabajo de sus tempranos hacedores: presiones, apuros, y competencias mutuas obligaron a transformar y adaptar técnicas pictóricas usadas desde el renacimiento. La rapidez, el virtuosismo y gestualidad de sus trazos, y ciertas “picardías” (engaños para el ojo) son parte constitutiva de su esencia. Desde su nacimiento han pasado más de 100 años. Aún hoy es posible encontrar “realizadores” tan clásicos y tradicionales como antaño pero es indudable que algo viene cambiando en el “filete porteño”. Es sencillo comprobar que se han multiplicado los soportes (de carros, camiones y colectivos se ha pasado a restaurantes, hostels y hasta pelo engominado), han evolucionado los materiales (esmaltes, aceites y solventes a pinturas acrílicas, epoxis, etc.). Sin embargo: -el estilo se mantiene-, incluso hoy mismo cuando se habla tanto del “filete porteño” como un “arte” hay quienes están muy preocupados por su conservación cuasi clorofórmica (más propia de forenses que de pintores). Este blog propone justamente interpelar, cuestionar, o quizá simplemente “jugar” con el filete. Propone abrir las fronteras, explorarlas, hurgar en ellas y propiciar un espacio de encuentro entre filete y pintura, en el que estos dos oficios dialoguen de igual a igual (atención, no confundir con hacer una pintura cualquiera y ponerle un marco fileteado alrededor). Esta muestra propone entonces romper el marco, hacer saltar los filetes hacia adentro de la pintura, o las figuras de la pintura hacia afuera, poner a bailar luces y colores, y abrir la posibilidad de que se transformen mutuamente. Este blog propone sacudir la naftalina que ahoga cualquier estilo, cualquier arte u oficio, y sacar al filete y a la pintura a la vereda para que jueguen a la ronda, o a las escondidas, o a lo que sea que tengan ganas, con la espontaneidad de las viejas y nuevas flores y cintas y retratos de lindas amigas, y hojas de acanto y cornucopias y cuerpos diversos; con la audacia de los que juegan en serio (como los niños), con la alegría y el desparpajo de quienes festejan cuando pueden sacudirse, desempolvar y mover de vez en cuando antiguas y oxidadas articulaciones. Este blog propone desacartonar, desalmidonar, desolemnizar, desodorizar, airear, explorar, jugar, sacudir, remover, integrar, abrir, construir, desarmar y armar… Es una propuesta que también interpela al espectador, y lo invita a jugar con la misma amplitud y desenfado. Al final, aunque uno nunca puede saber o describir del todo bien lo que hace -sino se acabaria el juego claro- quizá, simplemente, lo que muestra este blog sea sólo la huella que deja el filete porteño en un pintor y da cuenta de aquello que se impregna en un fileteador cuando pinta con libertad. Jorge Molina